Hasta siempre, abuela

Me llamo Francisco Manuel por mis abuelos maternos y, hoy más que nunca, me siento orgulloso de llamarme así. Francisco por mi abuela y Manuel por mi abuelo. Eran las dos mejores personas del mundo. Aunque, qué tontería… todo el mundo sabe que los abuelos son las mejores personas del mundo.

Mi abuelo Manuel nos dejó hace 9 años y medio, y se murió delante de todos nosotros. No se me va a olvidar nunca ese día. En esa época trabajaba de albañil con mi hermano en la empresa familiar y, al muy poco de llegar a casa de trabajar, se apagó. Mi abuela decía llorando que nos había esperado a mi hermano y a mí para irse. Ya estaba postrado en una cama y se veía venir, y no sé si ella llevara o no razón, pero, aunque fue repentino, por lo menos todos nos quedamos con la sensación de decirle adiós. De acompañarle en su último momento.

A mi abuela no la hemos podido acompañar nadie. La pobre ha amanecido muerta. Al menos parece que ha sido durmiendo y que no ha sufrido. Tenía casi 87 años y, aunque ya sabíamos que no le quedaba mucho, nadie nos esperábamos esto tan de golpe. Todos sabemos que es lo mejor que podía pasar, pero es tan duro…

La última vez que la vi fue la semana pasada, el domingo de Nochevieja. Ella estaba en casa de mi tía y fui a verla. Llevaba sin verla un mes y le noté un cambio desde la última vez que había podido ir a visitarla, para mal, brutal.

Apenas hablaba, no tenía alegría y sólo dejaba de mirar la tele para preguntarme, una y otra vez, si hoy era Nochebuena. Yo le decía que no, que “hoy eran las uvas”. Se lo expliqué tres o cuatro veces y no se enteraba. También me di cuenta de que no tenía en su habitación un peluche que le regalé hace 9 meses. Ella siempre me decía que tenía mucha barba, y una vez vi por casualidad un peluche con barba que “se parecía a mí” y se lo regalé. Mi madre y mi tía se iban turnando el tenerla en una casa o la otra, y ella siempre lo llevaba. Y el domingo el peluche no estaba allí. Hoy lo he visto en su habitación de mi casa…

El caso es que estuve un rato con ella, y después con ella y mi tía, hasta que al final, pensando que la volvería a ver, me fui. Y me jode un montón porque me siento tonto. Porque no tenía que haber sido tan ingenuo de dar por seguro que la volvería a ver, y todas las veces que he ido a visitarla me tenía que haber despedido de ella como si fuera para siempre, no como el domingo, diciéndole “mañana vengo otra vez”, cuando encima, al final, no pude ir.

Yo creo que, en cierto modo, todo empezó cuando se murió mi abuelo Manuel. Aunque se haya muerto con casi 87 años, desde ahí, ella empezó a apagarse. Era tan dura… Recuerdo que decía siempre cosas como “yo en el campo valía para trabajar más que muchos hombres”, algo que, dejando machismos a un lado, dice mucho de lo que era ella. Es una pena porque durante todos estos años, sobre todo al final, se le ha visto menguar e ir a menos semana a semana, del mismo modo, aunque en distinto sentido, que un bebé al que semana a semana se le ve crecer.

Mis abuelos maternos vivían en mi casa y, junto a mis padres, me han criado. Cuando era pequeño yo decía que “quería más a mi abuela que a mi madre”. Y es que mi abuela es como una segunda madre para mi hermano y para mí. Me consuela mucho que ahora por lo menos, estén donde estén, mis abuelos están juntos. También recuerdo algo que mi abuelo le decía a menudo: “prefiero morirme yo primero porque sin ti no voy a aguantar”. No sé si era así textualmente, pero si no, era parecido. Prácticamente hasta hoy no lo había pensado, pero hoy me he dado cuenta de que es la mayor muestra de amor que he visto en mi vida. Eran tal para cual. Un amor de verdad. De los de antes. Por lo menos por fin están juntos.

Hoy, en el tanatorio, veía a mi madre y a mi tía llorando, a mi prima, incluso a mi hermano. Y a mí no me salían las lágrimas. No sé, no me lo creía. La veía tras el espejo y era como si estuviese durmiendo. Como si fuera una mala pesadilla. Después, cuando la han sacado a la capilla para que nos despidiésemos de ella, todos han empezado a llorar y yo otra vez igual, me sentía triste, pero muy lejos de llorar. Es muy raro cuando encima soy un llorón que lo hace por cualquier tontería. El caso es que, cuando me he acercado a ella para despedirme, cogerla de la mano y darle un beso en la frente, cuando he notado lo fría que estaba, me han venido todas las lágrimas de golpe. No se me va a olvidar nunca ese puto frío. Era de verdad. Todo era de verdad. Está muerta y no la voy a volver a ver…

Hay una canción de Rulo que no paro de escuchar hoy y que, aunque no es el mismo caso, el estribillo me recuerda mucho a cómo la vi el domingo:

“Ella sólo mira la tele, pero no dice nada. Ella no dice nada. No sé descifrar el abismo que encontré en su mirada. Que encontré en su mirada”.

La reina del barrio – Rulo y La Contrabanda

Hasta siempre, abuela. Te queremos.

2017-03-18 12.21.51

6 comentarios en “Hasta siempre, abuela”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *